El dinero y los niños: una asignatura pendiente
Domingo Soriano.Libertad Digital¿Qué nos pasa a los españoles con el dinero? Y más que con el dinero, con la educación financiera. ¿Por qué esa sensación de que la mayoría de las familias no sabemos cómo hablar con nuestros hijos de estos temas, como si fueran tabú?
Si miramos las cifras, los datos comparables o las estadísticas… no tienen buena pinta. Por ejemplo, podríamos analizar las horas de estudio dedicadas a temas financieros: y, en España, son muchas menos que en otros países, en los que los planes escolares guardan desde hace décadas un hueco a estas cuestiones.
También podríamos estudiar las encuestas. De nuevo, los españoles nos declaramos mucho más ignorantes sobre conceptos financieros básicos (si nos comparamos con nuestros vecinos del norte de Europa).
Incluso, ya tenemos exámenes al respecto: en el marco del informe PISA, la OCDE realiza desde hace unos años una prueba sobre competencias financieras a los adultos de los países ricos; y sí, otra vez, los españoles estamos en los últimos lugares de la clasificación, junto a italianos, griegos o portugueses.
¿Qué nos pasa a los españoles con el dinero? Y más que con el dinero, con la educación financiera. Por qué esa sensación de que la mayoría de las familias no sabemos cómo hablar con nuestros hijos de estos temas, como si fueran tabú. Tengo para mí que en muchos hogares de nuestro país es más fácil ahora hablar de sexo o drogas (temas que durante años daban pavor a los padres que tenían que afrontarlos) que de dinero.
¿Cuántos jóvenes españoles que comienzan la universidad con 18 años saben qué es el tipo de interés? ¿O la inflación? O, más sencillo: cuántos saben cuánto ganan sus padres aproximadamente, cuánto gastan al mes, cuánto les queda por pagar de hipoteca o qué les supuso el último viaje que hicieron en familia. No conozco ninguna estadística al respecto… pero intuyo que la respuesta a cualquiera de estas preguntas sería “muy-muy pocos”.
Mi sensación es que nos manejamos con una curiosa mezcla de miedo y veneración, casi como una tribu mira al tótem que se yergue a la entrada del poblado o al volcán que escupe lava de vez en cuando. Por un lado, con pánico, como si fuéramos a hacerle daño a nuestro hijo por explicarle algunos conceptos básicos o la situación financiera general de la familia. Por el otro, transmitiéndole la idea de que hay pocas cosas más importantes en el mundo: a veces le decimos que el dinero no es importante… pero con nuestros actos desmentimos esas mismas lecciones que tratamos de inculcarle.
Es un error. Porque tendrá que aprender (de hecho, lo está haciendo sin darse cuenta desde una edad muy temprana) y si no le enseñan sus padres, otros lo harán.
Durante años, mi aproximación a los asuntos financieros familiares no fue muy diferente. Luego, leyendo a los mejores (James E Hughes, Tony Robbins, John Bogle, Peter Lynch...) empecé a intuir algunas pautas comunes a todos ellos. Podría resumirlo en tres grandes reglas. Son las que yo me he anotado para mí mismo. No digo que sea fácil seguirlas siempre, pero tenerlas como referencia sí es una gran ayuda:
1. Normalidad: el dinero no es lo más importante, pero sí es parte importante de nuestras vidas. Por eso, hay que tratarlo con la normalidad que se le da a otras cosas importantes que nos rodean: nuestra casa, el trabajo... El niño debe saber que hay que cuidarlo, pero no adorarlo.
Y hay que enseñarle que es importante porque nos faculta para organizar nuestros planes vitales con más libertad. El objetivo de construir un patrimonio no es bañarnos en él como hacía el Tío Gilito en su piscina de oro, ni mirar con arrobo cada poco tiempo nuestro extracto bancario. El objetivo es que ese patrimonio nos permita seguir nuestros planes y nos otorgue más opciones.
Sé que es una frase de libro de autoayuda, pero es una buena enseñanza para nuestros hijos: no queremos vivir para ganar dinero, sino que usamos el dinero que ganamos para tener más opciones a nuestra disposición (eso sí, dejando claro que, en ocasiones, lo mejor para nosotros puede ser ganar menos a cambio de tener más tiempo para hacer otras cosas).
2. Restricciones y renuncias: la segunda lección que todos los grandes inversores-ahorradores nos recuerdan es que el dinero (como casi todo en la vida) nos impone restricciones. Con cada euro que tenemos, podemos hacer muchas cosas: ahorrar, invertir o gastar. Y dentro de cada uno de esos grupos, también hay miles de opciones.
No se puede tener todo. Ni siquiera los millonarios más ricos que podamos imaginar lo tienen todo, aunque sólo sea porque tienen un restricción temporal. Quizás tengan dinero para comprar casi de todo... pero no tendrán la eternidad para gastarlo.
Ésa es una enseñanza fantástica y podemos empezar a practicarla desde muy pronto. Ese euro de paga semanal que le damos a nuestro hijo con 5-6 años: en la tienda habrá muchas cosas que querrá comprar (una chocolatina, unos caramelos, unos cromos, un pequeño juguete...) Es sencillo explicarle que el euro supone adquirir uno de ellos, a cambio de renunciar a los otros. Y también explicarle que puede ahorrar poco a poco durante 3-4 semanas para adquirir ese álbum o revista que cuesta 5 euros y para el que todavía no tiene suficiente.
3. Experiencia: también en el manejo del dinero, la experiencia es un grado. Empezar desde pequeños te da una ventaja y te faculta para comprender, según vas creciendo, los diferentes conceptos financieros que todos debemos conocer.
Abrirle una cuenta en el banco o, mejor aún, un pequeño fondo de inversión en el que va metiendo dinero y con el que comienza a conocer los mercados financieros es una forma fantástica de introducirle en un mundo que puede ser fuente de enormes alegrías (si sabes gestionar tu patrimonio para que el dinero sea tu sirviente) o de grandes desgracias (si te conviertes tú en el criado de tus finanzas).
Evidentemente, hay que adecuar esto a la edad de nuestro hijo. No tendría sentido que a un niño de 5 años le expliquemos las finanzas familiares. Pero tampoco lo tiene que nuestro hijo de 25 salga de la universidad sin saber, aunque sea a grandes rasgos, cuál es el patrimonio familiar, los sueldos de los padres o el coste de los gastos más importantes del hogar. Nadie conoce mejor a un hijo que sus padres y nadie sabe mejor que ellos cuál es su grado de madurez para empezar a contarle estas cosas. Pero no tengamos miedo: casi siempre, nuestros hijos son más sensatos e inteligentes de lo que nos creemos